Lo que mas anhelaba de niño era tener una mascota, en realidad quería un perro, pero nunca me lo dieron. Mi madre -que había tenido muchos perros cuando era joven- me decía que eran animales terribles, que esos animales eran muy difíciles de educar.
Durante mucho tiempo, cada vez que le pedía un perro a mi madre, mi madre me contaba cuando los perros de su casa le destrozaban sus zapatos, destrozaban el jardín, la sala ya no tenia adornos por culpa de los perros. Al final por mi insistencia, la convencí y le desmoste que era responsable y capaz de cuidar a un perro, por fin mi madre acepto mi sueño, tener un perro, pero me advirtió: "Veras como todo va a cambiar."
Por fin mi sueño se hizo realidad, hice caso omiso a la advertencia de mi madre, gaste mis ahorros, pero por fin me pude comprar una labradora negra, la compre cachorra, porque pensé que así seria mucho mas fácil educarla. Mi familia y yo vivíamos en una casa amplia pero, de todas maneras, para mi madre simplemente no existía la perra, me hacia sentir para que yo asumiera toda la responsabilidad.
Como Entrenar a un Perro
Cuesta mucho darle la razón a tus padres, pero al poco tiempo la cachorrita de ojos tiernos se transformo y creció por siete, era una perra inmensa y para mi pena era muy destructora. El caos invadió mi casa: las macetas eran historia los muebles mordidos por todas partes y no pisar las "gracias" del animalito era como caminar en un campo minado. Sacar a pasear a mi perra era un dolor de cabeza, con su fuerza descomunal me arrastraba por toda la calle y en el parque se dedicaba a pelear con cuanto perro se le cruzara en el camino y cuando la gente se acercaba para hacerle un caricia, ellas los asustaba, a punta de gruñidos. Un día, alguien abrió la puerta de casa y la perra salió disparada. Jamas volvió La busque por todos lados, pero ya era demasiado tarde. Se había extraviado y así se esfumaron todos mis ahorros… y mis ganas de volver a tener un perro. De más está decir que mi madre se limito a exclamar un triunfante e irónico "te lo dije".
Varios años después, un amigo me invitó a almorzar en su casa. Vivía en un departamento amplio pero no muy grande en compañía de sus padres y de un gran danés enorme, que parecía un viejo aristócrata echado con las patas cruzadas al pie de un sillón. Era el animal más educado del mundo, jamás ladraba a menos que su dueño le diera permiso, nunca hacía sus necesidades en el interior de la casa -se ponía de pie y le hacía una seña a mi amigo para indicarle que ya era la hora de ir al baño- y en la calle caminaba al lado de su amo como un gran compañero.
Intrigado le pregunté a mi amigo cómo era posible y, de paso, le conté la historia de mi labradora negra. Me dijo: "Claro que es posible adiestrar a un perro. No importa la edad que tenga. Con las herramientas y técnicas adecuadas es muy fácil."
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